Théodore Géricault tuvo influencia miguelangelesca, como se percibe en la figura central de La balsa de la Medusa (1819), que es uno de los atletas de la Capilla Sixtina, al tiempo que otras figuras recuerdan a las de la Transfiguración de Rafael. Era un hombre muy bueno y venía hacia nosotros, los niños, y nos daba unas palmaditas en las mejillas y nos tocaba la cabeza suavemente. Sabíamos que él era el señor de todo por su comportamiento perfectamente caballeroso y noble.